Entrevista Press Digital

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Studio Arquitectura Lanzarote:
“Un buen emprendedor es aquel que persigue sus propósitos con constancia”

¿Cuándo y cómo nace SAL?

En el 2010, tras regresar ambas nuevamente a Lanzarote, después de realizar nuestros estudios de arquitectura y parte de nuestros retos y propósitos personales a nivel individual tanto en Madrid como en Barcelona. Decidimos embarcarnos en un proyecto bajo las mismas directrices y estilos, generándose con ello la marca Studio Arquitectura Lanzarote [SAL].

Nuestro principal objetivo es el de fusionar conceptos y creatividad, unificando los conocimientos adquiridos, tanto en los estudios como en la carrera de arquitectura y en las sucesivas especializaciones –en estructuras, diseño interior y doctoranda en proyecto– dando rienda suelta a la imaginación y como dice uno de nuestros mentores Mies Van Der Rohe… “Menos es más”.

¿Cómo surgió el nombre de vuestro estudio de arquitectura?

Dicen que poner el nombre a algo que nos importe verdaderamente, no es sencillo. Y ésta fue la sensación que tuvimos al intentar identificarnos bajo un nombre.

SAL, Studio Arquitectura Lanzarote, son las siglas de lo que somos y de donde somos.

La sal antiguamente era “el oro blanco” y para Lanzarote parte de su vida e historia. Actualmente, para nosotras, SAL es nuestra fuerza y fuente de inspiración.

A nivel de anécdota, y como detalle hacia nuestros clientes, siempre entregamos con cada proyecto un bote de sal marina de la isla, con nuestros datos personales, a modo de agradecimiento.

Nuestra tarjeta de visita lleva una imagen muy significativa para nosotras. Se trata de un trozo de tanza que cogimos de un charco para evitar el riesgo en animales y, para nuestra sorpresa, estaban adheridos a ella minúsculos granos de sal, en forma de cubos. Arquitectura natural generada de la propia composición del cloruro sódico.

¿Os encontrasteis muchos problemas para abrir vuestro negocio?

Existen momentos de suerte, en los que por el resultado de un buen trabajo, un cliente queda satisfecho. Y sin querer ese cliente te recomienda a sucesivos y, poco a poco, fuimos creciendo a base de esfuerzo y dedicación en tiempos complicados y muy revueltos, llegando a conseguir el estudio consolidado que somos hoy en día.

Cuando comenzáis un nuevo proyecto, ¿en qué os fijas? ¿Vuestros clientes suelen daros libertad o vienen con ideas concretas?

Observar, escuchar y entender son conceptos fundamentales que aplicamos con cada uno de nuestros clientes, donde sus necesidades son nuestras reglas para diseñar y jugamos con ellos a hacer de sus sueños una realidad.
Cada cliente es único y, eso es lo que hace especial cada diseño que genera SAL, obteniendo proyectos muy personales, funcionales y adaptados a cada entorno.

Cuidáis mucho los detalles, ¿por qué son tan importantes?

Para nosotras es imprescindible y parte de nuestra filosofía de trabajo. Los detalles marcan la diferencia de lo que hacemos, siendo éstos el reflejo y esfuerzo de cada proyecto.

Además, SAL tiene la exigencia y delicadeza de mimar cada detalle desde que surge el primer trazo hasta el final

¿Qué buscáis cuando empezáis un proyecto?

Un final feliz, que siempre será completo cuando el binomio SAL Arquitectura-Cliente se sientan satisfechos y orgullosos del proyecto realizado. Sobre todo donde el cliente disfrute durante el proceso y se sienta identificado plenamente de su encargo.

¿Qué peso tienen las emociones en vuestro trabajo?

Pues todo el que se puede alcanzar. Y para ello, antes de iniciar cada proyecto siempre visitamos el lugar para observarlo y sentirlo. La orientación, la luz, la topografía… son pistas para que nuestros proyectos estén adaptados e integrados en el entorno, con la máxima sensibilidad posible.

¿Cuál es el proyecto del que os sentís más orgullosas?

No hay ninguno que destaque más que otro, ya que cada uno tiene intenciones diferentes; aunque sí que nos podemos sentir más orgullosa por aquellos donde la creatividad y la dificultad han marcado la diferencia.

¿Qué es lo que caracteriza a un buen emprendedor?

Un buen emprendedor es aquel que persigue sus propósitos con constancia, sueños e ilusiones, confiando en que el futuro se hace presente, con el buen quehacer y creyendo en todo lo que hace.